EL CIGARRILLO
ELECTRÓNICO
El cigarro
electrónico es un dispositivo
alimentado por una batería, que utiliza una resistencia para calentar una solución líquida hasta
convertirla en un vapor que es aspirado por el usuario. Este vapor puede
contener nicotina en diferentes concentraciones o simplemente aditivos
aromatizantes que le aportan un determinado sabor.
Aunque pueda parecer un invento de reciente
creación, lo cierto es que el cigarrillo
electrónico, eCigar o eCig se patentó hace más de 51 años.
El 17 de abril de
1963, Herbert A. Gilbert presentó una solicitud de patente de un
dispositivo que describió como: “sustitución de tabaco en combustión y papel
con aire aromatizado caliente y húmedo”.
El dispositivo original de
Herbert A. Gilbert no incluía el
componente de la nicotina, y consistía únicamente en la aspiración de vapores
aromatizados con aditivos, producidos por el calentamiento de un líquido.
No obstante, en una época donde
fumar estaba socialmente aceptado y no existían límites en el consumo público
del tabaco, el invento de Herbert A. Gilbert no tuvo demasiado éxito comercial y pronto cayó en el olvido.
Años más tarde, ya en 2003, el farmacéutico chino Hon Lik decidió
retomar la idea de Herbert A.
Gilbert y evolucionar el cigarrillo
electrónico tras la muerte de su padre a causa de un cáncer de pulmón.
En ese momento, la situación
social y las continuas presiones hacia los fumadores propiciaron que el
proyecto tuviera el apoyo comercial necesario para, en poco más de 5 años,
extender su negocio por todo el mundo.
Nadie
puede afirmar rotundamente ni que el uso habitual de los cigarros electrónicos sea nocivo
para la salud de los usuarios (ni activos, ni pasivos), ni tampoco que su uso resulta totalmente
inocuo.
A falta de estudios neutrales a
largo plazo que certifiquen una u otra afirmación, surgen opiniones de todo tipo y por cada estudio que se presenta
señalando sus inconvenientes, aparece otro que lo desmiente.
Hasta llegar a una conclusión
definitiva, la OMS (Organización
Mundial de la Salud) ha desaconsejado su
uso y ha instado a las autoridades a reforzar los controles que se aplican
a este tipo de dispositivos, así como medidas restrictivas que regulen su
distribución y promoción.
Las farmacéuticas y tabacaleras han visto amenazados sus nichos de mercado
con la incursión de un producto que podría hacer peligrar las ventas de
productos sustitutivos de la nicotina, en el caso de unos, o reducir las ventas
de cajetillas en el caso de los otros.
Los fabricantes, distribuidores y comerciantes de cigarros
electrónicos y sus accesorios también se han puesto en pie de guerra
para defender sus intereses comerciales, tan legítimos como los de las
farmacéuticas o tabacaleras.
En algunos países como
Argentina, Australia, Grecia, Lituania, México, Panamá, Singapur, Uruguay o
Venezuela el uso del cigarrillo electrónico está totalmente prohibido.
En España, la Consellería de Salut de la Generalitat de
Cataluña fue la primera institución en decretar la prohibición del uso de
este dispositivo en edificios públicos sanitarios o de atención primaria.
En Febrero de 2014, la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales
del Congreso de los Diputados aprobó una ley que prohibía, textualmente,
“la utilización y publicidad de los cigarrillos electrónicos que liberan
nicotina y productos similares".
Con esta ley se impone al cigarro electrónico unas
restricciones de uso similares a las del tabaco, ya que se prohíbe su uso
en centros y servicios sanitarios y educativos estatales, así como en parques
públicos, zonas infantiles o de ocio de menores. También se prohíbe su uso en
cualquier transporte público aéreo, terrestre o marítimo.
Ante el endurecimiento de la
legislación que se aplica a este tipo de dispositivos, en la que prácticamente
se iguala a la del tabaco, se ha estancado su uso y han cerrado el 70% de los comercios de distribución que florecieron
durante los primeros años del boom del cigarrillo electrónico.
Partes y
componentes de un cigarro electrónico
Están hechos de acero
inoxidable, tienen una cámara con nicotina líquida en diferentes
concentraciones y son alimentados por una batería recargable.
Los cigarrillos electrónicos pueden contener cartuchos de hasta 24
miligramos de nicotina. Se ofrecen como una alternativa al cigarrillo
tradicional, para los que desean seguir fumando sin inhalar las más de 7.000
sustancias tóxicas del tabaco y/o los que no quieren dañar la salud de las
personas que están a su alrededor.
La nicotina es adictiva. Por lo tanto, reemplazar un cigarrillo de
tabaco por uno electrónico –que también tiene nicotina- no evita los riesgos de
adicción. Además, al simular el acto de fumar, el cigarrillo electrónico no
contribuye a que los fumadores abandonen el componente psicológico relacionado
con este hábito.
La absorción de la nicotina por
vía pulmonar (a diferencia de los parches u otros medicamentos de sustitución
nicotínica) genera en el fumador la rápida captación de nicotina en el cerebro
con la consecuente sensación de placer similar a la que produce el cigarrillo
común.
Por otra parte, la FDA admitió
su preocupación de que estos cigarrillos
puedan ser vendidos en Internet sin requisitos de edad para ello y sin un
prospecto que incluya los posibles efectos adversos en la salud.
Los cigarrillos electrónicos
están siendo vendidos de distintos sabores, destinados a un público joven.
Miembros de la Academia Americana de Pediatría afirman que, probar un
cigarrillo electrónico promocionado como “seguro”, puede llevar a los jóvenes a
fumar cigarrillos comunes y a convertirse en adictos a la nicotina.
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