sábado, 5 de septiembre de 2015

EL CIGARRILLO ELECTRÓNICO



El cigarro electrónico es un dispositivo alimentado por una batería, que utiliza una resistencia para calentar una solución líquida hasta convertirla en un vapor que es aspirado por el usuario. Este vapor puede contener nicotina en diferentes concentraciones o simplemente aditivos aromatizantes que le aportan un determinado sabor.

Aunque pueda parecer un invento de reciente creación, lo cierto es que el cigarrillo electrónico, eCigar o eCig se patentó hace más de 51 años.

El 17 de abril de 1963, Herbert A. Gilbert presentó una solicitud de patente de un dispositivo que describió como: “sustitución de tabaco en combustión y papel con aire aromatizado caliente y húmedo”.

El dispositivo original de Herbert A. Gilbert no incluía el componente de la nicotina, y consistía únicamente en la aspiración de vapores aromatizados con aditivos, producidos por el calentamiento de un líquido.

No obstante, en una época donde fumar estaba socialmente aceptado y no existían límites en el consumo público del tabaco, el invento de Herbert A. Gilbert no tuvo demasiado éxito comercial y pronto cayó en el olvido.

Años más tarde, ya en 2003, el farmacéutico chino Hon Lik decidió retomar la idea de Herbert A. Gilbert y evolucionar el cigarrillo electrónico tras la muerte de su padre a causa de un cáncer de pulmón.

En ese momento, la situación social y las continuas presiones hacia los fumadores propiciaron que el proyecto tuviera el apoyo comercial necesario para, en poco más de 5 años, extender su negocio por todo el mundo.



Nadie puede afirmar rotundamente ni que el uso habitual de los cigarros electrónicos sea nocivo para la salud de los usuarios (ni activos, ni pasivos), ni tampoco que su uso resulta totalmente inocuo.

A falta de estudios neutrales a largo plazo que certifiquen una u otra afirmación, surgen opiniones de todo tipo y por cada estudio que se presenta señalando sus inconvenientes, aparece otro que lo desmiente.

Hasta llegar a una conclusión definitiva, la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha desaconsejado su uso y ha instado a las autoridades a reforzar los controles que se aplican a este tipo de dispositivos, así como medidas restrictivas que regulen su distribución y promoción.

Las farmacéuticas y tabacaleras han visto amenazados sus nichos de mercado con la incursión de un producto que podría hacer peligrar las ventas de productos sustitutivos de la nicotina, en el caso de unos, o reducir las ventas de cajetillas en el caso de los otros.

Los fabricantes, distribuidores y comerciantes de cigarros electrónicos y sus accesorios también se han puesto en pie de guerra para defender sus intereses comerciales, tan legítimos como los de las farmacéuticas o tabacaleras.

En algunos países como Argentina, Australia, Grecia, Lituania, México, Panamá, Singapur, Uruguay o Venezuela el uso del cigarrillo electrónico está totalmente prohibido.

En España, la Consellería de Salut de la Generalitat de Cataluña fue la primera institución en decretar la prohibición del uso de este dispositivo en edificios públicos sanitarios o de atención primaria.

En Febrero de 2014, la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados aprobó una ley que prohibía, textualmente, “la utilización y publicidad de los cigarrillos electrónicos que liberan nicotina y productos similares".

Con esta ley se impone al cigarro electrónico unas restricciones de uso similares a las del tabaco, ya que se prohíbe su uso en centros y servicios sanitarios y educativos estatales, así como en parques públicos, zonas infantiles o de ocio de menores. También se prohíbe su uso en cualquier transporte público aéreo, terrestre o marítimo.

Ante el endurecimiento de la legislación que se aplica a este tipo de dispositivos, en la que prácticamente se iguala a la del tabaco, se ha estancado su uso y han cerrado el 70% de los comercios de distribución que florecieron durante los primeros años del boom del cigarrillo electrónico.

Partes y componentes de un cigarro electrónico



Están hechos de acero inoxidable, tienen una cámara con nicotina líquida en diferentes concentraciones y son alimentados por una batería recargable.

Los cigarrillos electrónicos pueden contener cartuchos de hasta 24 miligramos de nicotina. Se ofrecen como una alternativa al cigarrillo tradicional, para los que desean seguir fumando sin inhalar las más de 7.000 sustancias tóxicas del tabaco y/o los que no quieren dañar la salud de las personas que están a su alrededor.

La nicotina es adictiva. Por lo tanto, reemplazar un cigarrillo de tabaco por uno electrónico –que también tiene nicotina- no evita los riesgos de adicción. Además, al simular el acto de fumar, el cigarrillo electrónico no contribuye a que los fumadores abandonen el componente psicológico relacionado con este hábito.

La absorción de la nicotina por vía pulmonar (a diferencia de los parches u otros medicamentos de sustitución nicotínica) genera en el fumador la rápida captación de nicotina en el cerebro con la consecuente sensación de placer similar a la que produce el cigarrillo común.

Por otra parte, la FDA admitió su preocupación de que estos cigarrillos puedan ser vendidos en Internet sin requisitos de edad para ello y sin un prospecto que incluya los posibles efectos adversos en la salud.

Los cigarrillos electrónicos están siendo vendidos de distintos sabores, destinados a un público joven. Miembros de la Academia Americana de Pediatría afirman que, probar un cigarrillo electrónico promocionado como “seguro”, puede llevar a los jóvenes a fumar cigarrillos comunes y a convertirse en adictos a la nicotina.




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