El Sueño
El
sueño es una parte integral de la vida
cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las funciones
físicas y psicológicas esenciales para un pleno rendimiento.
El
sueño ha sido y sigue siendo uno de los enigmas
de la investigación científica, y aun a día de hoy tenemos grandes dudas
sobre él.
De ser
considerado un fenómeno pasivo en el que parecía no ocurrir aparentemente nada,
se ha pasado a considerar a partir de la aparición de técnicas de medición de
la actividad eléctrica cerebral, un
estado de conciencia dinámico en que podemos llegar a tener una actividad cerebral tan activa como en la
vigilia y en el que ocurren grandes
modificaciones del funcionamiento del organismo; cambios en la presión
arterial, la frecuencia cardíaca y respiratoria, la temperatura corporal, la
secreción hormonal, entre otros.
Dormimos
para poder estar despiertos por el día precisamente porque estamos despiertos y activos durante el día
necesitamos dormir.
El
sueño es una necesidad básica del
organismo y su satisfacción nos permite la supervivencia. Todo lo que pasa
en el cuerpo humano guarda un equilibrio, y si falla este equilibrio el
organismo tratará por todos los medios de volver a recuperarlo.
Gracias
a los experimentos de privación de sueño
se ha comprendido que cuando se elimina “completamente” la posibilidad de
dormir en un organismo, sobreviene la muerte.
Una de
las funciones más importantes del sueño
es su contribución en la regulación de
la temperatura corporal, funcionando como un termostato que mantiene la
temperatura que el organismo necesita en cada momento en función de las
actividades que se llevan a cabo en él para facilitar procesos metabólicos,
hormonales, etc. Sin este importante termostato, el organismo moriría.
Cada
noche, mientras dormimos, pasamos por
diferentes fases o estadios de sueño que se suceden con un patrón repetido
a lo largo de cuatro a seis ciclos de sueño durante toda la noche. Todos estos
estadios se incluyen en dos grandes
fases de sueño, con grandes diferencias en cuanto a actividad muscular,
cerebral y movimientos oculares.
Aunque
aún estamos muy lejos de obtener respuestas claras respecto a este fenómeno,
parece que el sueño no REM tendría
una función relacionada con la reparación de tejidos corporales y conservación
y recuperación de energía, mientras que durante el sueño REM predominarían los procesos de reparación cerebral
(reorganización neuronal, consolidación y almacenamiento de recuerdos
relevantes y eliminación y olvido de los que no lo son).
De este
modo podríamos explicar que cuando un organismo está aprendiendo algo, aumente
durante su sueño la fase REM (los niños tienen mucho más REM que adultos y
ancianos) y que por otro lado, cuando está sometido a un fuerte desgaste físico
aumente la fase no REM ( durante la práctica de ejercicio físico).
A
medida que aumenta la supresión de sueño,
vemos como se produce un claro deterioro
en el funcionamiento diurno; se produce una disminución del rendimiento
intelectual con dificultades de concentración y utilización de la memoria, así
como de la capacidad de abstracción y razonamiento lógico.
Disminuyen
los reflejos produciendo un aumento del tiempo necesario para reaccionar a un
estímulo, lo que puede favorecer el riesgo de accidentes de tráfico, domésticos
y laborales. Aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos psiquiátricos, ya que se producen alteraciones en el
estado de ánimo aumentando los niveles de ansiedad e irritabilidad.
La
privación severa de sueño, puede precipitar la aparición de alucinaciones
(confundiendo imágenes resultantes de la imaginación con la realidad),
alteraciones neurológicas y ataques epilépticos.
¿Cuántas horas hay que
dormir?
Las
necesidades básicas de sueño para mantener las funciones y supervivencia del
organismo se sitúan sobre una media de 4
o 5 horas de sueño cada 24 horas. El resto de horas que dormimos
contribuyen a mejorar nuestro bienestar y mayor calidad de vida, estimando que
en una media de 8,3 horas podría
encontrarse el punto óptimo de descanso.
No
obstante, es importante matizar que las necesidades tanto básicas como
opcionales de sueño para conseguir un rendimiento y bienestar óptimo
durante el día van a variar en cada
persona, e incluso una misma persona no tiene las mismas necesidades en
todos los momentos de su vida.
Las
horas necesarias de sueño son aquellas que nos permiten estar bien durante el día, sin sentir
somnolencia hasta la noche siguiente.
La
privación voluntaria crónica de sueño, produce cambios fisiológicos
(metabólicos, hormonales, etc.) que pueden precipitar enfermedades físicas como
la diabetes, o la hipertensión que disminuyen ostensiblemente la calidad de
vida.
Sueño de ondas lentas o sueño
no REM:
Lo
constituyen cuatro estadios, en los
que se va profundizando progresivamente en el sueño (fases I, II, III y IV). La
actividad cerebral, registrada mediante medición de las ondas cerebrales
(electroencefalograma o EEG), muestra ondas cerebrales de alta frecuencia y
baja amplitud (vigilia) que se van progresivamente transformando en ondas cada
vez de menor frecuencia y mayor amplitud.
El tono muscular va descendiendo, dejando
nuestro cuerpo cada vez más relajado e inmóvil, así como el ritmo respiratorio
y cardiaco y los lentos movimientos oculares del inicio del sueño desparecen
por completo. La progresión de la fase I a la IV dura aproximadamente 90
minutos y comporta una profundización en el sueño que implica mayor aislamiento
sensorial del entorno y por tanto mayores dificultades para despertar, que
llegan al grado máximo en la fase IV.
Los
cambios orgánicos que se producen en esta fase del sueño, han llevado a los
científicos a apuntar su relación con la recuperación física del organismo
(regeneración y recuperación de energía), concluyendo que la desaparición del
sueño profundo puede desencadenar problemas médicos importantes (problemas de
crecimiento, déficit hormonales, etc.)
Sueño MOR, REM o de los
Movimientos Oculares Rápidos:
Aparece
por primera vez aproximadamente a los 90 minutos de quedarnos dormidos. La actividad cerebral es rápida y de baja
amplitud, pareciéndose más a la que presentamos en vigilia. Sin embargo,
hay una importante diferencia respecto a la vigilia, y es que en este caso, la
actividad no es provocada por estímulos externos percibidos a través de los
sentidos, sino por los ensueños o sueños que tienen lugar en esta fase.
Una de
las cosas que caracteriza a esta fase del sueño es la pérdida del tono muscular, protegiéndonos así de lesionarnos o
tener los problemas derivados de mover nuestro cuerpo en respuesta a los
sueños. Esta fase del sueño también se caracteriza por la aparición de
movimientos oculares rápidos.
A lo
largo de la noche, este tipo de sueño se va alternando con las distintas fases
del sueño no REM, aunque la mayor parte del sueño REM se produce al final de la
noche. Por este motivo, cuánto más tarde nos levantamos más probabilidades
tenemos de recordar los sueños, puesto que recordamos los sueños cuando nos
despertamos a partir de esta fase.
Los
cambios que se producen en esta fase, han llevado a los científicos a apuntar
la relación que puede tener el sueño REM con la consolidación y recuerdo de lo
que aprendemos durante el día. El hecho de que la cantidad de sueño REM cambie
a lo largo del ciclo vital, de modo que los bebes y niños tengan más sueño de
este tipo que los adultos, y éstos que los ancianos, parece confirmar esta
hipótesis, ya que participaría en funciones de reorganización neuronal y
aprendizaje.
Cambios en el sueño por el
envejecimiento
Con la
edad, los patrones de sueño tienden a cambiar. La mayoría de las personas
encuentran que el proceso de envejecimiento los lleva a tener dificultades para conciliar el sueño. Se despiertan con más
frecuencia durante la noche y se levantan más temprano por la mañana.
El
tiempo total de sueño se mantiene igual o disminuye ligeramente (6.5 a 7 horas
por noche). Puede ser más difícil quedarse dormido y puede pasar más tiempo
total en la cama. La transición entre el sueño y despertarse con frecuencia es
abrupta, lo que hace que las personas mayores
sientan que tienen un "sueño más ligero" que cuando eran jóvenes.
Se pasa
menos tiempo durmiendo profundamente y sin soñar. Las personas mayores se
despiertan en promedio de 3 a 4 veces cada noche. También son más conscientes
del hecho de estar despierto.
Las
personas mayores se despiertan con más frecuencia porque pasan menos tiempo en
el sueño profundo. Otras causas incluyen la necesidad de levantarse a orinar (nicturia),
ansiedad e incomodidad y dolor por enfermedades crónicas.
La dificultad para dormir es un problema
molesto. El insomnio crónico es una de las principales causas de accidentes
automovilísticos y depresión. Debido a que el sueño de las personas mayores es
más liviano y se despiertan con mayor frecuencia, pueden sentirse privadas de
sueño, aun cuando su tiempo total para dormir no haya cambiado.
La
privación del sueño con el tiempo puede ocasionar confusión y otros cambios mentales. Sin embargo, esto se
puede tratar.
El
insomnio es uno de los problemas más comunes en las personas de edad avanzada.
También
se pueden presentar otros trastornos
del sueño como por ejemplo, síndrome de las piernas inquietas, narcolepsia o hipersomnio.
La apnea del sueño, en donde la
respiración se detiene por un tiempo durante el sueño, puede causar problemas
graves.
Las
personas de edad avanzada responden de una manera diferente a las medicinas en
comparación con los adultos jóvenes. Es muy importante consultar al médico
antes de tomar somníferos.
Medidas para estimular el
sueño:
· Un refrigerio ligero a la hora de ir a la cama puede ser de gran ayuda. Muchas personas encuentran que la leche tibia aumenta la somnolencia, dado que contiene un aminoácido natural similar a un sedante.
· Evitar estimulantes como la cafeína (que se encuentra en el café, el té, las bebidas de cola y el chocolate) durante al menos 3 o 4 horas antes de acostarse.
· Hacer ejercicio (en forma moderada) en las tardes.
· Evitar la estimulación excesiva, como los juegos de ordenador o programas televisivos violentos, antes de irse a dormir.
· Practicar técnicas de relajación a la hora de ir a la cama.
· Intentar acostarse a la misma hora todas las noches y despertarse a la misma hora todas las mañanas.
· En caso de no poder conciliar el sueño después de 20 minutos, levántese y realice una actividad tranquila como leer o escuchar música.
· Cuando se sienta con sueño, regrese a la cama e inténtelo de nuevo. Si aún no puede conciliar el sueño en 20 minutos, repita el proceso.
· Beber alcohol a la hora de acostarse puede hacer que uno sienta sueño; sin embargo, es mejor evitarlo, debido a que puede hacerlo despertar más tarde en la noche.
· Un refrigerio ligero a la hora de ir a la cama puede ser de gran ayuda. Muchas personas encuentran que la leche tibia aumenta la somnolencia, dado que contiene un aminoácido natural similar a un sedante.
· Evitar estimulantes como la cafeína (que se encuentra en el café, el té, las bebidas de cola y el chocolate) durante al menos 3 o 4 horas antes de acostarse.
· Hacer ejercicio (en forma moderada) en las tardes.
· Evitar la estimulación excesiva, como los juegos de ordenador o programas televisivos violentos, antes de irse a dormir.
· Practicar técnicas de relajación a la hora de ir a la cama.
· Intentar acostarse a la misma hora todas las noches y despertarse a la misma hora todas las mañanas.
· En caso de no poder conciliar el sueño después de 20 minutos, levántese y realice una actividad tranquila como leer o escuchar música.
· Cuando se sienta con sueño, regrese a la cama e inténtelo de nuevo. Si aún no puede conciliar el sueño en 20 minutos, repita el proceso.
· Beber alcohol a la hora de acostarse puede hacer que uno sienta sueño; sin embargo, es mejor evitarlo, debido a que puede hacerlo despertar más tarde en la noche.
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